viernes, 13 de septiembre de 2013

¿Por qué seguimos dando vueltas en ésta rueda?

Para unos el gran drama de la verticalidad, del alpinismo, e incluso del montañismo más benévolo, es el riesgo. Otros, en cambio, ven en los peligros inherentes al medio una fórmula para crecer, aprender, formarse y alcanzar una excelencia que amplíe sus horizontes. Estos últimos han decidido abrazar la montaña a sabiendas de que nadie conoce su destino o siquiera si éste ha sido ya escrito. El riesgo puede ser mínimo, o máximo. O puede variar según la percepción que de él tenemos, del miedo que suscita entre aquellos que lo confrontan. A estas alturas, todos sabemos que la valentía está reservada para los inconscientes y, sobre todo, para los que desean o necesitan ir a al encuentro de sus miedos. Siguiendo el hilo de ésta última idea, los más valientes serían realmente los más miedosos, los que más temores acumulan acurrucados en su saco la noche antes de enfrentarse a una ascensión plagada de incógnitas. Tiene mucho sentido, pero no explica por qué unos sienten la necesidad imperiosa de demostrarse su valentía, de pelearse con su interior, de discutir lo que gritan instinto y razón. Con el sufrimiento que esto conlleva.
Para el público no iniciado, la escalada es sinónimo de peligro, un misterio embarullado en el que se mezclan el vacío, una cuerda y la irracionalidad de aquellos que lo practican. Pero para los iniciados, la gran cantidad de literatura de montaña editada no descifra ni de lejos los 'por qués' fundamentales: ¿por qué mi compañero, menos fuerte, es mucho más valiente que yo y no plantea cuestiones de ser o no ser antes de enfrentarse a un largo? ¿por qué regresamos una y otra vez a escenarios en los que el compromiso se nos antoja un tanto obsceno? ¿por qué seguimos dando vueltas en ésta rueda?
Oscar Gogorza. Editorial revista Campo Base nº 101 (Julio-Agosto 2012)
Alex Huber. Free solo